¿Es posible implementar el voto electrónico?

Por Federico Magrín Torres

La tecnología no es neutral, no da lo mismo una máquina que utilice Windows o Linux, ambas tienen concepciones ideológicas diferentes y tienen fines casi opuestos, aun cuando su tarea principal es la misma.

Cuando se discute el voto electrónico se esgrimen principalmente tres argumentos a favor, vamos a revisarlos:

Es más rápido: es verdad, en algo de media hora podemos contar con el resultado definitivo de la elección, lo que debemos evaluar es si calmar la ansiedad de los medios y los protagonistas amerita el riesgo que se corre al utilizar este sistema.

Es más barato: se recorta el gasto de papel, pero por simple lógica podemos comprender que es más costosa una computadora que una caja de cartón y papel impreso. En la elección con voto electrónico realizada a modo de prueba en la localidad cordobesa de Marcos Juárez, si dividimos el costo total de la elección por la cantidad de votantes se pasó de gastar cincuenta centavos por voto a algo más de cincuenta pesos. Tampoco es más ecológico, el gasto en papel termina siendo menos perjudicial que descartar cientos de máquinas electrónicas que solo podrían ser usadas en dos o cuatro años, aunque parece improbable pensando en el ritmo en que se actualiza la tecnología.

Es más seguro: se delega  todo el proceso en una caja negra que hace proceso o no de forma no transparente. Uno ve una pantalla pero no sabe qué hace la maquina con las opciones que uno ingresa, incluso la maquina puede equivocarse, por voluntad del programador o por error. Que nadie haya podido demostrar un error no quiere decir que no exista. No queda evidencia física que nos permita contrastar lo que dice la máquina y estamos obligados a confiar en eso. Del mismo modo que mirando un pendrive y aun si lo abriera, no puedo saber que hay en su interior, tampoco puedo saber que sucede al interior de la urna electrónica.

Los fiscales pasan de ser un controlador efectivo a ser usuarios del software.  Ya no pueden controlar nada sin altísimos conocimientos informáticos, del mismo modo que sucede cuando un técnico informático va al cajero automático, solo puede usarlo y confiar. La diferencia principal entre una urna electrónica y un cajero automático es que los sistemas informáticos pueden fácilmente recordar e identificarme, lo que no pueden hacer fácilmente es olvidar y eso pone en riesgo el secreto y la fiabilidad del sistema ya que alguien podría recuperar esos datos durante o después de esa elección.

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Principales Objeciones

Enrique Chaparro es un especialista en seguridad informática que entrevistado por este cronista nos plantea dos objeciones principales a este sistema. La primera es que cuando uno desarrolla un sistema informático le asocia un modelo de seguridad, que es un modelo teórico, en papel y lápiz. Eso no significa que voy a poder implantar seguridad verdaderamente, pero existe al menos una posibilidad. Lo que sí sabemos es lo contrario y es que si no existe ese modelo teórico no existe el modelo práctico. Hasta ahora nadie ha podido demostrar un modelo teórico y por lo tanto sabemos que un modelo práctico no existe.

La segunda objeción se basa en la denominada paradoja de los compiladores de Kernighan que dice que no hay sistema últimamente seguro. No existe un sistema cuya posibilidad de error sea cero, no hay posibilidad de replicar en el mundo digital el sistema de controles cruzados que tenemos en el mundo analógico del papel y la urna de cartón.

En una computadora “viven” muchos programas a la vez, como si fuese una torre de panqueques en la que cada panqueque depende del panqueque de más abajo en donde el de abajo se ocupa de las funciones de menor detalle. El panqueque de arriba es el que ejecuta la aplicación electoral. Cuando uno piensa en auditar supone controlar ese panqueque de arriba, y si uno ingresa, por ejemplo, un voto para “A” puede comprobar que efectivamente el sistema lo va a sumar en el contador de “A”, pero el panqueque de más abajo puede tener una instrucción que diga, por ejemplo, de cada 4 votos para “A” se le suma uno a “B”. Esto implica que hay que controlar uno a uno todos los programas que “viven” en esa máquina y que permiten ejecutar la aplicación electoral. Se debe poder controlar todos los panqueques de la torre hasta los elementos electrónicos que componen la máquina. Esto puede hacerse pero no es sencillo ni lo pueda hacer una sola persona, ni en breve tiempo. Aun así no puedo asegurar que cada una de las miles de máquinas que se utilizan en una elección cumplen con esas condiciones. Cuando voy a votar no puedo saber que esa máquina es la que se supone según lo que vi en la máquina de prueba, solo puedo confiar.

Fraude y manipulación

El sistema de voto electrónico hace al fraude mucho más barato, sólo con un par de técnicos especializados alguien puede manipular la elección, interceptar las comunicaciones u obtener información que no debe poseer. Al hablar de manipulación hablamos de la posibilidad identificar quien emite el voto, de cambiar la voluntad del que emitió el voto, de permitir a un votante emitir más de un voto, de negar al votante el voto y la posibilidad de obtener resultados antes de la hora de cierre electoral.

En vez de corregir las falencias del sistema actual y controlar la capacidad de manipulación de la voluntad ciudadana de cada uno de los partidos se pretende implantar un sistema más vulnerable diciendo que es más seguro, cuando no lo es.

Dominique Wolton, una socióloga europea, define esto como  “ideología técnica”, que es una especie de romanticismo tecnológico que supone que la tecnología va a resolvernos los problemas transfiriendo la responsabilidad de definir un problema a la tecnología cuando es la democracia la que debe resolverlos por su medios. Esta ideología influencia a los ciudadanos y los actores políticos amparados en ello incentivan este tipo de sistemas sin conocer verdaderamente sus limitaciones o tal vez conociéndolas deciden que es mejor negocio tanto económico como electoral. Las empresas que se dedican a esto incentivan por su parte a los políticos a adoptar el voto electrónico y podemos suponer de qué modo lo hacen.

Un sistema electoral debe ser lo suficientemente transparente para que cualquier ciudadano interesado en controlarlo pueda. No debe poderse asociar el voto con el votante, debe eliminarse la posibilidad de coerción, de duplicación, etc. Para esto la capacidad de control debe ser lo más amplia posible. Hoy cualquier ciudadano que sepa leer y escribir (educación garantizada por el Estado) puede controlar una elección, en cambio con un sistema informático muy pocos podrían hacerlo y ya hemos visto que incluso ellos tienen serias limitaciones.

En los sistemas actuales los mecanismos de verificación no dependen de ninguna máquina, siempre nos queda el recurso material de contar papeles, a diferencia de los sistemas electrónicos, en donde hay una dependencia estructural de aquello que la máquina de registro directo hizo. Uno no puede decir que cualquier sistema electrónico será objeto de fraude pero debe establecer las garantías para que no lo sea, y hoy esas garantías, claramente, no están dadas.

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